El estrés en los niños: señales que merecen nuestra atención

Los niños también pueden sentir estrés, incluso sin decirlo. Cambios en la rutina, presión escolar o tensiones familiares pueden afectar su bienestar. Aprende a reconocer las señales y cómo apoyarlos con empatía.

Cuando pensamos en la infancia, solemos imaginar juegos, risas y días despreocupados. Pero la realidad es que los niños también pueden sentir estrés, y muchas veces lo hacen en silencio. Desde muy pequeños, pueden experimentar angustia emocional que, si no se detecta a tiempo, puede afectar su bienestar físico y emocional.

Como padres y cuidadores, no siempre es fácil saber cómo actuar, pero lo más importante es estar presentes, escuchar y acompañar con paciencia y amor.

¿Qué puede causar estrés en los niños?

Los motivos pueden ser más comunes de lo que imaginamos:

• Factores externos:

Cambios en la rutina familiar, dificultades escolares, conflictos con amigos o incluso actividades extracurriculares que terminan siendo más presión que disfrute.

• Factores internos:

Expectativas propias o ajenas, necesidad de “portarse bien” todo el tiempo, miedo a fallar o a decepcionar.

Por ejemplo, los niños pequeños pueden angustiarse al separarse de sus padres, mientras que los mayores pueden sentirse abrumados por los deberes escolares, la competencia o los cambios en su entorno.

Además, las noticias perturbadoras, discusiones en casa o cualquier ambiente tenso pueden aumentar su nivel de ansiedad, aunque no siempre lo expresen con palabras.

Señales de que un niño está estresado

El estrés infantil no siempre se ve como lo imaginamos. A veces, se disfraza de “mal comportamiento” o actitudes que no comprendemos del todo, algunas señales por observar:

  • Cambios en el estado de ánimo, irritabilidad o retraimiento.
  • Dificultades para dormir o tener pesadillas frecuentes.
  • Dolores de cabeza, estómago o malestares sin causa aparente.
  • Conductas repetitivas como morderse las uñas, chuparse el dedo o enroscarse el cabello.
  • Problemas de concentración o bajo rendimiento escolar.

Si notas alguna de estas señales de manera frecuente, es momento de pausar y mirar con más atención, sin juicio, pero con mucho amor.

¿Cómo podemos ayudarles?

El acompañamiento emocional no requiere soluciones perfectas, solo presencia, paciencia y conexión. Aquí algunas ideas:

Escucha y valida sus emociones: No minimices lo que sienten. A veces solo necesitan saber que está bien tener miedo o estar tristes, y que no están solos.

Cuida su entorno emocional: Limita su exposición a noticias duras y evita conversaciones complejas cuando ellos están presentes.

Establece rutinas seguras: Dormir bien, comer a sus horas y tener espacios de juego les da estabilidad y confianza.

Dedica tiempo de calidad en familia: No se trata de grandes planes. Un paseo, una charla sin pantallas o leer juntos pueden reforzar su seguridad emocional.

Hablen sobre lo que les preocupa: A veces, compartir lo que sienten les ayuda a liberar tensión. Juntos pueden buscar soluciones prácticas, como reducir actividades o hacer respiraciones profundas.

Prepararlos sin asustarlos

Anticipar situaciones que puedan generarles nervios (como ir al médico o un cambio de escuela) les ayuda a sentirse más seguros. Explícales lo que pasará con palabras claras y tranquilizadoras, acordes a su edad.

¿Cuándo pedir ayuda profesional?

Si los cambios en su comportamiento se vuelven persistentes, si su ansiedad crece o si el estrés afecta su día a día, no estás fallando como madre o padre por pedir ayuda. Al contrario: buscar apoyo muestra tu compromiso y amor.

Un psicólogo infantil puede ofrecer herramientas para que tu hijo se sienta más fuerte emocionalmente y tú también más tranquilo.

Herramientas que pueden ayudar

Los libros pueden ser grandes aliados para que los niños comprendan lo que sienten. Algunas recomendaciones:

“Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso” – Judith Viorst

“Tear Soup” (Sopa de lágrimas) – Pat Schweibert

Leer juntos sobre emociones abre puertas para hablar sin miedo ni presión.

En resumen…

El estrés en los niños es real, pero no tiene que ser un enemigo. Con amor, atención y pequeños gestos diarios, podemos darles la seguridad emocional que necesitan para crecer más resilientes, seguros y felices.

Ellos no necesitan que seamos perfectos, solo necesitan saber que estamos ahí.

¿Has notado alguno de estos signos en tus hijos? Comparte tu experiencia o consulta con un especialista. Acompañar desde el corazón hace la diferencia.

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Dra. Yadira Guadalupe Rodríguez Reyes

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